Algunos señores consideran que estos  jóvenes caídos son héroes o mártires de ideales que para ellos eran en su momento validos pero la verdad son excusas baratas de una lucha que no tuvo ningún sentido porque las circunstancias reales en la mayoría de casos han sido de causa inoportuna en esos lugares y en otros casos, azuzando o condicionados por un plato de lentejas pagados por intereses ocultos y ultimo caso por querer mostrar que su pueblo se puede transformar  gritando, violentando y no respetando la propiedad privada.

El hecho real es que no es posible que en pleno siglo XXI un joven de tan solo 19 años muera por enfrentamientos sociales inútiles y sin fundamento alguno que valga la pena su propia vida. Esto nos tiene que dejar una lección y un análisis sobre una realidad que no podemos obviar en el territorio peruano.

PRIMERA REALIDAD: El Perú es un país de desigualdades y de carencia de oportunidades para muchas personas que viven en territorios alejados al tiempo y espacio con relación a calidad de vida prueba de ello que los conflictos y muertes se han originado en provincia.

SEGUNDA REALIDAD: La clase política y los partidos políticos están tan desprestigiados hasta el punto que en las últimas tres décadas todos los presidentes están presos o acusados por corrupción sin excluir a alcaldes o gobernadores regionales.

TERCERA REALIDAD: La realidad peruana se ha quedado atrapado en el sub desarrollo con relación al sector salud, educación y vivienda sobre todo en lo referente al sector público.

Foto: Diario El Comercio 2022
CUARTA REALIDAD: El pueblo quiere y necesita más justicia social con relación al aparato productivo de riquezas, por ejemplos la extracción de minerales en su región y la pobreza extrema a sus alrededores, la centralización del poder en lima y la falta operatividad en el aparato estatal en provincias.

QUINTA REALIDAD: El descontento popular por las clases políticas y por los partidos tradicionales envueltos en sucios arreglos, desprestigiados por sus líderes permite que se imponga la informalidad política y predomine el poder económico por encima de un sentido social, cultural e intelectual.

En función de estas realidades, el Perú aún tiene esperanza porque aún existen seres humanos pensantes que creen firmemente en la civilización y exposición de ideas y valores. Esperemos que el 2023 sea un año de mucha prudencia de parte de la clase política y del pueblo en sí mismo para fortalecernos en educación y cultura que estos temas nos falta mucho.